martes, 28 de octubre de 2014

Libro Nuevo, je.

Bueeeenas, perdón por haber tenido abandonado este blog tanto tiempo, es que tuve muchas cosas que hacer y lo había dejado de lado. Espero que disfruten lo que aquí les les traigo, la continuación de "Reunión de Dioses", llamado


Los secretos de los dioses.


Capítulo I: Consecuencias del último papelón.


La ninfa Aylno se despertó a las seis y media de la mañana. Vivía en el campo que había heredado de Gabriel Sánchez, su benefactor, quien la había defendido de los que la acusaban de actividades inmorales por el tipo de ser que era. Se preparó unos mates amargos y se los tomó con galletitas, mirando como el campo se animaba poco a poco. Los perros, unos holgazanes, estaban durmiendo con la lengua afuera como si hubieran hecho mucho. Era verano, claro, pero eso no quitaba el hecho de que quince días antes unos ladrones se habían llevado gran cantidad de lechones y ellos no habían ladrado nada. Menuda sorpresa había tenido cuando les llevó comida, y, en un corral donde había veintitrés cerditos, solo estaban los seis más flacos. Eso indicaba que habían tenido tiempo de elegirlos. Un detalle que hubiera resultado cómico era que los animales tomaban agua en dos bebederos cuadrados y sabían volcar la mitad del líquido, por lo que tenían barro alrededor. Los ladrones habían dado vuelta uno de los bebederos para apoyar el pie y dar el saltito a donde no había barro. Ningún perro había reaccionado. “¡Haber tenido acá uno de los cachorros de Fenris y Cancerbero, eso no hubiera pasado!”, refunfuñaba Aylno.
De su benefactor, ella había aprendido cosas de campo, filosofía, albañilería, y varias cosas. No mantenían nada sentimental o sexual, solo la relación entre protegida y protector. Había decidido comportarse como mujer porque estaba cansada de todos esos siglos de mala fama, pero no sabía por donde empezar porque lo único que sabía hacer era cantar y bailar desnuda, y eso limitaba en cierta medida sus posibilidades laborales. Hacía nacer flores en vegetales que no las tenían, pero tampoco era una ocupación muy práctica. Gabriel le había enseñado a leer y escribir, con cierto esfuerzo, porque Aylno estaba acostumbrada a un sistema de vagos signos que cualquiera podía entender con solo mirarlos. Le había resultado más que difícil tener que amontonar una por una algunas de las veinte y tantas letras para que significaran algo. Había llegado a proponerle favores íntimos a su benefactor para que la liberara de esa tortura, pero Gabriel se había mostrado inflexible. Ahora que él ya no estaba, Aylno pensaba que hubiera estado bueno que le enseñase computación, solo para hacerle doler la cabeza un poco más.
-¿Qué tengo que hacer?- se preguntó, ya en el chiquero.- ¡Ah, darle agua a los chanchos! ¿Por qué no sale nada de las canillas?
-¡Mierda y la puta que las parió a todas las vacas del universo!- exclamó rato después, al ver que los vacunos habían roto los caños de un bebedero durante la noche y que los treinta mil litros del tanque australiano que tenía al lado de la casa se habían ido. Decidió que mejor hubiera sido tener a la familia completa; a los cachorros de Fenris y Cancerbero para los ladrones, y a los padres para que se comieran a las vacas.

La última fiesta que habían organizado los dioses había terminado en un tremendo desastre.
Aylno no había ido en esa ocasión, y bien que lo agradecía. Las maravillas escuchadas sobre la fiesta (las pirámides, la gran montaña, los grandes bosques, incluso la aparición de dioses que reclamaban derechos que habían perdido hacía mucho) no opacaban el hecho de que casi todos los dioses asistentes habían sido convertidos en hombres, o al menos en seres parecidos en cuanto a capacidades y aspecto, y habían sido puestos tras las rejas en medio de confusas situaciones. Según era el comentario, en las cárceles había tenido lugar una desacralizada general de divinidades. Algo que no le quedaba muy claro a la gente era como Circe había conseguido hechizar a los mismos dioses. Era muy poderosa, de eso no había duda, pero en teoría sus poderes no se equiparaban ni a la divinidad más humilde. Se planteaban lindos interrogantes. ¿Había sido una patraña de los dioses para burlarse de la sociedad, como decían los diarios y algunas publicaciones católicas? ¿O, cómo creían muchos, los dioses iban perdiendo los poderes con los que habían regido a la humanidad antes de que Dios los expulsara de sus tronos? ¿O acaso una degeneración genética en organismos tan complejos, como creían algunos científicos?
Las organizadoras de la Reunión, Palas Atenea e Isis, habían tenido muchísimo trabajo rescatando a los dioses y resarciéndolos por las molestias causadas. Al principio no tenían pensado hacerlo ya que las dos estaban de vacaciones, pero se dieron cuenta de que quedarían mal paradas. Aún yendo de una comisaría a otra instantáneamente, diferenciar a los dioses de los presos comunes les resultó bastante difícil. A Circe la dejaron, sin embargo, para que aprendiera, total tendría bastantes poderes para salir de ahí en cuanto se le pasara el efecto de su propio hechizo, que la hacía parecer una prostituta con las venas hinchadas por la droga. Con la ambrosia no se juega, habían decidido los dioses, hubieran descubierto como se fabricaba y ahora hasta se vendiera con el nombre de dulce de leche.

-¿Todos los dioses ofendidos?- preguntó Aylno.- ¡Si Circe tuvo la culpa!
-¿Te pondrías a pensar quien tiene la culpa si sos un dios y te ponen en una cárcel para hombres?- le preguntó Seccuta, una ninfa amiga que fue ese día a visitarla.
- Pero ya pasó un tiempo… ¿no ven que las diosas no tuvieron nada que ver?
- Sí, pero como todo estaba medio desorganizado, y el lío con esos dioses que aparecieron… Fue una fiesta caótica.
-¿Se ha vuelto a saber de los Indeseables?
- Se han quedado en sus casitas. Ni siquiera les debe haber dado alegría saber como terminó la fiesta. Están todos peleados. Cuando sus fieles les rinden culto, no aparecen todos juntos, como antes. Les debe convenir, porque como sus fieles quieren que lo hagan de nuevo, les dan muchas más ofrendas, y el dios que llega primero se lleva todo.
-¿Cómo, todos juntos? ¿Asiáticos, africanos, chinos, todos juntos?
- Aylno, sabes que es una forma de decir, ¡no me hagas hablar de gusto! No están todos juntos los de distintas religiones en ocasiones tan formales. Para los que tienen fieles sería como tirarse tierra encima- concluyó Seccuta frotándose las manos entre las rodillas.
- Me dan lástima los dioses que ya no tienen fieles. Tendrían que haberse retirado sin hacer ruido desde el principio, resignarse a que ya no tienen una religión que los represente.
- Hablas así porque solo sos una ninfa como yo, un hada de los bosques, pero ponete en el lugar de ellos. Cualquier cantidad de tiempo mandando sobre el mundo y ahora…
-¿Con cual estás de novia?
-¿Eh? ¿Por qué decís eso?
- Esa sortija que tenes.
- Bueno… De novia no. El otro día no sé por donde andaba, apareció un dios y sin previo aviso se casó conmigo- confesó Seccuta con cara de consecuencia.
-¿Se casó con vos? ¿Quién fue?
- No sé, pero parece que es su entretenimiento. Te encuentra, se casa con vos, y después se desentiende. Por lo menos no hizo como hacían otros que no se casaban pero te dejaban embarazada.
-¿Tiene fieles?
- Espero que no. Llego a ser la mujer de un dios con fieles, la gente me veneraría pero también me pediría cosas.
- A buen puerto van por leña- se rió Aylno.
-¡No soy tan amarrete! Por lo menos no soy como vos, que dicen que encontras cosas antes de que las pierda el dueño y que las guardas en tu casa para que no se extravíen.
- Esa época ya pasó.

El Salón Princesa Carmesí había tenido que ser clausurado por las constantes peregrinaciones de curiosos que revisaban todo a ver si había quedado algo de la reunión, algún pedazo de túnica, algún adorno mágico, algún fantasma que se hubiera quedado dando vueltas… Era en vano explicarle a la gente que los dioses nunca se olvidaban de nada y que no había quedado nada fuera de lo común. El lugar había vuelto a ser el aburrido lugar para eventos, aunque ya no estaba tan ocioso. En esos cinco meses se habían celebrado setenta y cinco casamientos, cuarenta fiestas de quince, cincuenta fiestas para bebés, dieciocho bailes de egresados y catorce fiestas de reencuentro de viejas promociones. A todas esas personas les daba un simpático morbo estar en el mismo lugar donde habían estado los seres tanto tiempo prohibidos y perseguidos por la Iglesia Católica. Perseguidos, claro, pero sin poder alcanzarlos, mitad por temor y mitad porque siempre conseguían escabullirse.
Podía leerse en cualquier libro especializado (y que fuera neutral, porque había libros que estaban muy en contra de los dioses, y otros demasiado a favor al punto de considerarlos los verdaderos dioses del mundo, ya sea desde el punto de vista religioso y científico). A partir de la muerte de Cristo en la cruz, con la expansión del cristianismo, y por algo que les impedía aparecerse (según los dioses, el nuevo Dios no se los permitía), los susodichos habían perdido espacio, y muy pronto cambiaron de adorados a perseguidos, impotentes ante la situación. Sus templos fueron destruidos, sus estatuas derribadas, y sus sacerdotes y fieles fueron muertos o convertidos a la nueva religión. Durante los siguientes mil años estuvo prohibido hablar de ellos, y más que ninguna otra cosa, hablar o comerciar con ellos. Varias personas fueron condenadas a muerte bajo esos cargos, porque no había que volver a esos tiempos tan oscuros y supersticiosos en los que, según los jerarcas eclesiásticos, esos secuaces del Mal recorrían de día los caminos bajo el aspecto de buenas personas para alejar a los hombres de la senda correcta, y de noche participaban en orgías subterráneas. Durante la Edad Media la situación fue muy confusa, porque se reprimía con mayor dureza, y a la vez el trato con los seres míticos aumentaba y los prejuicios iban siendo dejados a un lado. Quizás por eso la artillería religiosa iba en aumento. Sin embargo, muchos historiadores aclaraban que había fundados motivos para semejante ofensiva. No eran pocos los casos en los que tropillas de centauros atacaban poblaciones aisladas en nombre de tal o cual dios, o que las ondinas (hijas de Odín, según las creencias) hacían hundir los barcos. Las momias salían por la noche a raptar vírgenes, en tanto que el basilisco (un repugnante lagarto con cabeza de gallo) salía a matar gente de un infarto mirándola a los ojos, no por su fealdad sino por ser su cualidad más notable. También había muchas hipótesis sobre si esos ataques eran enviados por los dioses o simplemente eran las criaturas míticas que se organizaban para hacerlos. Era una rareza y una suerte que a la serpiente Jormungard no se le hubiera dado por hacer maremotos.
Mas allá de esas cosas, a finales del siglo XVII el Papa Alejandro VII emitió un edicto polémico según el cual, a pesar de que no era aconsejable tener trato con ellos, los dioses y sus criaturas no eran demonios, que lo que más se podía decir de ellos era que estaban en pecado pero que no eran los proveedores y/o instigadores del mismo, o sea, que eran criaturas del Señor como cualquier otra. Este edicto provocó protestas; por un lado se quejaron los que creían que eran definitivamente criaturas diabólicas, y por el otro los que se aprovechaban de que los centauros estaban mal vistos para cazarlos y extraerles la unión entre hombre y caballo.
Aún cuando la Iglesia había dado los primeros pasos tolerantes, no iba a ser tan fácil borrar 1700 años de mala fama. Lenta y dificultosamente los dioses intentaron integrarse a la sociedad. Las criaturas míticas también. Por ejemplo, unas nereidas y unos sátiros marinos viajaron hasta las costas argentinas acompañados por caracolas y grandes hipocampos, y posaron para la escultura Lola Mora, quien realizó la obra “La fuente de las Nereidas”, para escándalo de la pacata sociedad porteña.

Según le habían dicho a Aylno, algunas cosas habían cambiado desde la última reunión, y como eran cosas relacionadas con los dioses, no podían más que ocasionar quejas de los hombres. ¡Los hombres, también…! Los noticieros habían mostrado notas realizadas a criaturas mitológicas que afirmaban haberse vuelto cristianas porque sus dioses las habían defraudado. Esto había desatado por centésima vez la misma controversia. Por ejemplo; las sirenas y los centauros, ¿tenían alma? Más allá de lo que decían ambos bandos, que no eran imparciales, era una cuestión muy importante… para algunos racistas, pero en líneas generales tenía la misma importancia que el sexo de los ángeles, que siempre se habían negado a aclarar las dudas sobre esa cuestión.
Por otro lado, mayores quejas se habían elevado porque la montaña y el extenso bosque creados en el patio del Princesa Carmesí habían aparecido imprevistamente entre Francia y África, cambiando drásticamente los mapas y obligando a actualizarlos. Los dioses africanos habían sido parte de los Indeseables, el grupo de dioses con fieles que se burlaban de los que no tenían, y a causa de la espantada final que les había dado Atenea, ni se atrevían a meterse ahí. Ellos tenían fieles, pero todavía les daba vergüenza haber hecho grupo con aquellos que no los tenían. A lo sumo, cuando alguien les pedía permiso para entrar en ese bosque, le indicaban que era territorio peligroso. Muchos querían indagar que había pasado entre los dioses de Egipto y los otros, si se habían distanciado por la diferencia de fe obtenida o por otros asuntos.
Hablando de otros asuntos, la gente también se quejaba porque creía que había sido un signo de rebeldía mayúscula de los dioses antiguos poner ese bosque ahí sin permiso divino. Ellos retrucaban que el permiso había sido obtenido, pero el Vaticano no informaba de ningún signo obtenido como confirmación, y esto último les daba pie a los que creían que Dios no existía.

Aylno también tenía amigas humanas. Le gustaba que le hicieran preguntas, para aclararles y a la vez oscurecerles las dudas que ellas tenían sobre los dioses.
-¿Por qué los dioses hablan así?- le preguntó su vecina Liliana, a la noche.
-¿Cómo? ¿Te referís a porque no habla cada cual en su idioma?
- No, sé eso de que hablan en un idioma que todos entienden. Yo digo sobre la forma de hablar.
-¿Cómo? ¿Qué forma de hablar tienen?
- Como vos. ¡Hablan muy a lo argentino! Mi prima se cruzó con un dios y me contó que si no andaba de túnica no se daba cuenta de que lo era.
- Nos tuvimos que adaptar. Nuestro poder de adaptación es más grande que el de ustedes. En menos de diez años cambiamos nuestra forma de hablar. No sabes como se reían al escucharnos como practicábamos el che y el vos. Debíamos sonar como esos actores de otros países latinos cuando se quieren hacer los argentinos.
-¡Qué difícil les habrá resultado!- se maravilló Liliana.
- Lily, muchos tuvieron que pasar de ser poderosos a ser intrascendentes. ¿Cómo no les iba a resultar fácil cambiar la forma de hablar?
- Pero me han dicho que hasta en otros países los dioses hablan a lo argentino…
- No digas que yo te dije, pero desde que tuvimos que venir acá y adaptarnos, se corrió la fama y la forma de hablar de ustedes pegó fuerte en todo el mundo.

Aylno se acostó bien temprano. No tenía televisión, y solo ocasionalmente escuchaba la radio. Mejor. En la televisión puras pavadas y en la radio malas noticias. Para dormirse cuando antes tenía algo infalible; un juego electrónico de mano sobre un buzo que debía llevar un tesoro a la superficie y tenía que pasar por lo de un pulpo. Esa noche dormiría a pierna suelta sin importarle si ladraban los haraganes que tenía por perros; Seccutta le había dado algo con lo que había rociado a los lechones que le habían dejado. Si volvían los ladrones, los lechones iban a estar demasiado hambrientos. Claro, el día siguiente debería limpiar la sangre para que nadie sospechara.

viernes, 31 de agosto de 2012

¡Ultima Parte del último capítulo!

Hola, gente, aquí está el último capítulo de Reunión de Dioses. Veré cual es el proximo que publique, quizás sea la segunda parte, no sé. Abrazo grande.


Capítulo VII: Se disuelve la reunión. (Ultima parte)


Cuando se creía que después de todo la fiesta no había salido tan mal, el embrujo de Circe en la ambrosía produjo un efecto desastroso.
Apenas un dios dio el primer bocado, una sucesión de luces saltó de tarro en tarro y envolvió a todos los dioses, creando una ola luminosa que dejó a todos los dioses convertidos en aparentes narcotraficantes y consumidores de villa miseria. Skadi, blanca en piel, cabello y vestiduras, se volvió morena, morocha, con un corte de pelo distinto y varios aros en la nariz y los labios. Afrodita se convirtió en prostituta (una de sus subordinadas). Circe apareció riéndose dejando bien en claro que ella era la causante. Ni lerdo ni perezoso un dios que tardó más en convertirse la tiró al suelo con la idea de arrebatarle la cura, pero lo que consiguió fue contagiarle el hechizo. Resultó la más comprometida de todos, porque su bolso quedo convertido en una bolsa de plástico lleno de sobrecitos blancos que tenían nombres escritos. Los periodistas, ninfas, y faunos se salvaron.
Eso no hubiera sido nada, pero llegó la policía, llamada por Circe, que no había calculado que también podía ir presa. Ahí comenzó el desbande general. Todas las sirenas se tiraron al agua sin dudarlo, porque esa gente tenía muy mala fama, aún entre ellas. Los héroes se salvaron del hechizo pero demostraron que ya no eran valientes, porque huyeron apenas llegó la policía. Hades tardó en convertirse, y eso le dio tiempo para sacarles la vida, convirtiéndolos en cenizas y huesos ante las miradas aterradas de las ninfas. Todos los dioses y diosas trataban de parecer respetables a pesar de su aspecto, pero los policías se reían, los esposaban, y los metían en los patrulleros. A Odín se le cumplió un deseo; tenía los dos ojos sanos, y por la sorpresa apenas opuso resistencia cuando lo esposaron violentamente. Los fantasmas de la orquesta desaparecieron, indignados por la interrupción. Sasetdo y Dartaelos todavía se reían porque creían que todo era parte de un nuevo entretenimiento, y se dejaban maltratar lo más divertidos. Hera, al conocer parte de la jerga carcelera, no perdió el tiempo y gritaba “¡es violeta! ¡es violeta!” señalando a Zeus, porque todavía lo reconocía. Violeta se les decía a los violadores en la jerga carcelaría, y adentro les esperaba un destino similar.
También hubo dioses que trataron de esconderse. El dios Proteca trató de volverse árbol con las manos hacia arriba y fue de los primeros en caer arrestados porque los policías creyeron que estaba más drogado que otra cosa. Marduk se escondió debajo de la mesa y trató de parecer una de sus patas. Se lo llevaron lo mismo. Eco no sabía donde meterse pero Nadiade la tocó y se sumergió con ella en el lago hasta que todo terminó. No tuvo que respirar ni se mojó. Un armario mágico donde los dioses habían puesto sus abrigos podría haber sido un perfecto escondite porque daba el espacio que todos hubieran necesitado, pero no, porque el hechizo de los dioses (más ilusión que otra cosa porque se disiparía en pocos días) los condicionaba como hombres.
-¡Soy el gran dios marino del Norte de Asia Ishtir!- chillaba un dios cuando era puesto contra la pared. Escila y Caribdis fueron corriendo y escondieron a Fenris, Cancerbero, y sus hijos para que no se los lleven, como si alguien se hubiera animado a hacerlo. Algunos dioses trataron de escapar al bosque mientras intentaban volver a su forma original pero los agarraron igual. Freya, Thot, Baal, Zeus, hasta las divinidades mayores fueron encarceladas. Situr no se salvó tampoco, y fue metido en el patrullero junto a Anubis y Horus, los que lo habían llevado.
-¿Pero qué pasa?- le preguntó Atenea a un policía. Ella e Isis se habían salvado por estar discutiendo adentro del salón.
-¿Qué hace usted acá?- le preguntó bruscamente el uniformado.
-¿Qué hacen ustedes acá?- preguntó Isis.- Había una fiesta. ¿Qué hacen todas estas personas?
-¿Ustedes organizaron esta reunión de faloperos?- preguntó el policía, sacando dos pares de esposas.
-¡No, señor! ¡Era una fiesta donde estaban los dioses! ¿Acaso no la vio por televisión? ¿No le parecen raros el bosque y la montaña que hay en el fondo del patio?
El policía miró y quedó inseguro respecto de lo que debía hacer.
-¡Interrumpa este operativo, por favor!- pidió Atenea.- ¡Ahora escucho las voces, Isis! ¿Qué pasó?- le preguntó a uno de los transformados. “¡Fue Circe!” le alcanzó a contestar el otro antes de que se lo llevasen.
-¿Vio? ¡Ahí tiene! Fue Circe- le dijo Isis al policía, como si a él le resultase tan común o tan creíble. El hombre sonrió maliciosamente y sentenció:
- No me basta. Igual vamos a llevarnos a todos para averiguación de antecedentes- y se dio vuelta para irse.- Es por mandonearnos toda la antigüedad- murmuró.
-¡Es ilegal!- protestó Isis.
-¡Espere, aunque sea!- le gritó Atenea al comisario.- ¡Llévense a estos también!- y les trajo de golpe a los cinco ladrones. El comisario llamó a otros policías y se los llevó a los cinco. Cecilio, enojado, alcanzó a gritar:
-¡Si nos estábamos llevando bien…!- Isis pensó lo mismo que Atenea y le respondió:
-¡Eso fue por perdernos el respeto!

A pesar de todos los intentos, ninguna de las dos diosas consiguió que liberasen a ninguno. Confiaron, sin embargo, en que el hechizo de Circe terminaría pronto y los dioses pudieran irse sin dar mayores explicaciones y con todas las disculpas del caso. A la única diosa que el hechizo no afectó (aparte de Isis y Atenea) fue a la Pachamama, porque se había ido después de su enfrentamiento con Eloik.

Bien, la fiesta había terminado, y su final sería recordado mucho tiempo, no con alegría, claro. Todos los dioses iban a pasar la noche encarcelados y los noticieros se llenarían la boca con “¡miles de arrestados en golpe maestro al narcotráfico!”, claro que después titularían al descubrirse la verdad “¡los dioses se burlaron de la sociedad, lo que hicieron es impresentable!”.
- No se preocupen, nosotros tomamos todo lo que pasó- les dijo Gisella a las organizadoras.
- Esperemos que se note bien- dijo Isis, sin muchas esperanzas.
- La montaña desapareció- observó otro reportero.
- Sí, se acabó la fiesta y este patio está volviendo a la normalidad- confirmó Atenea.- En todo tiempo todos van a estar muy amontonados, y no es que los esté echando, pero tenemos que limpiar todo.
Los periodistas hicieron unas notas más, se despidieron, y se retiraron. Oiram acompañó hasta la puerta a Gisella, preguntándole donde vivía para ir a visitarla. Ella tuvo la precaución de darle una dirección falsa, por las dudas, pero no hizo lo mismo con el celular porque le empezaba a gustar el fauno, a pesar de que su entrepierna era bastante evidente.
Quirón se fue con todos los centauros luego de que limpiaron sus armaduras y curaron sus heridas, porque aunque en la fiesta no se sabía, ellos estuvieron muy ocupados peleando contra una estampida que se había salido de control, varios delincuentes que se habían metido y los pelearon a disparo limpio, y una convención de arañas gigantes que de pronto los encontró muy apetitosos. Atenea les pagó con monedas de plata, aunque rezongando porque “yo no los contraté, reclámenle al que lo hizo.”
-¿Nos guardan rencor por los problemas que ocasionamos?- preguntó Alpao. Detrás de ella estaban sus amigos.
- No, para nada- mintió Atenea.- Nos sirve de lección para la próxima vez que colonicemos la Atlántida.
- Bueno, gracias por todo. Nos tenemos que ir porque el bosque se va a mudar al África- se despidieron, y se marcharon al trote perdiéndose entre las plantas.
Las ninfas estaban jugando con los cachorros de Cancerbero. Escila y Caribdis les habían puesto nombres bizarros; un pequines alado y horrible se llamaba Ulises Mal Rayo te Parta. Un doberman que iba de un lado a otro como una bala se llamaba Odin Viejo Tuerto Autoritario, otro se llamaba Gianna Angelopoulos en honor a la organizadora de los Juegos Olímpicos Atenas 2004, y otros nombres que se mofaban de los dioses que se habían llevado presos. Cuando las diosas les dijeron que se los tenían que llevar, Caribdis aceptó llevar el lobo Fenris y los lobos de Odín a donde vivían los nórdicos, y Escila a Cancerbero y sus cachorros a los antiguos Infiernos.
El fauno Buhemotr llegó corriendo antes de que el bosque desapareciera y anunció:
- Ya solté todos los dragones y cosas en las que los dioses llegaron.
-¿Les dijiste la palabra para que todos vuelvan a su patria?- desconfió Isis.
-¡Pero, señora!- se ofendió el fauno.- ¡Nosotros no nos olvidamos ni de las ordenes ni de las hembras!- exclamó, y se fue corriendo hacia los árboles antes de que el bosque se fuera del todo.
La última que se fue sin desaparecer fue Patricia, que les hizo un vago saludo a las dos diosas y habló con una de sus antiguas amigas hasta que su novio Ricardo la fue a buscar. Las ninfas y los faunos se perdieron entre los árboles, y el río se secó. El bosque fluctuó y se convirtió nuevamente en los alambrados y muros de las fábricas vecinas. El murmullo y las luces de los seres elementales se fueron con el bosque.

Al fin quedaron solas Atenea e Isis juntando las sillas, limpiando lo desparramado, y dejando las habitaciones del salón sin estiramientos innecesarios. Habían hablado y estaban un tanto reconciliadas, pero estaban un poco mosqueadas. A pesar de eso, fue Atenea quien dio los últimos pasos al decir:
- Realmente no estaba tan mal lo de ustedes.
-¿Qué?- preguntó Isis.
- Lo de ser populistas. Conseguían unir a la gente mucho más que nosotros.
-¿En serio lo decís?
- Sí. Nosotros éramos débiles de imaginación y por eso tuvimos que ser imperialistas. Nos fue bien, pero mejor era el populismo.
-¿Te parece?- se extrañó Isis.- Lo que hubiéramos dado nosotros por un poco de imperialismo. Mucha pirámide, mucha tumba, mucha Esfinge, pero nunca tuvimos mucho poder real. La gente sabía que las otras naciones eran más poderosas y usaba eso para rebelarse. Los faraones les gritaban “¡no vamos a pagarle más tributo a los otros!” y la gente aplaudía, olvidaba sus diferencias, y se unía. Muy aburrido. Nos hubiera gustado ser imperialistas, que la gente conociera nuestras historias tanto como conocen las de ustedes.
- Pero el imperialismo era aburrido. Era lindo lo de tener todo controlado, pero estar todo el día cojudeando a los otros pueblos, y de yapa estar ocupados en hacernos pasar por dioses romanos… Y encima de habernos echado de Grecia, algunos libros de historia quieren saber más que nosotros sobre los nombres que usábamos. ¡Ay! No sé para que hablo del pasado si siempre termino deprimiéndome.
- Todo lo que se armó fue porque se metieron los otros a ayudar. Si nos hubieran dejado a nosotras nada de esto hubiera pasado- observó Isis.
- Pienso lo mismo. Si queres, te puedo llevar a conocer todos los lugares de Buenos Aires hasta que te vayas.
-¡Qué fiestita!- suspiró Isis.- ¿Cuándo vamos a dar la próxima?
- Dentro de treinta o cuarenta años, si no pasa nada demasiado grave- dijo Palas Atenea, cerró la puerta del salón Princesa Carmesí, y se agarró la túnica. En cuanto quiso moverse, se le rajó toda.- Mierda.


                                                                                              10/4/2006 – 1/9/2006.

domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo VII: Se disuelve la reunión (tercera parte)


-¿Ves lo que te hubiera pasado?- preguntó Freya entrando por una puerta del costado con la verdadera Patricia, que aún miraba espantada con lo que le había pasado a su doble. En realidad no era su doble tampoco, sino el dios Thor que había atajado la flecha con su martillo. Ni el más avispado se había dado cuenta de la transformación, ni siquiera Loki, que con la sorpresa se había hecho visible.
-¡Loki quiso matar a Eco!- rugió Freya.- ¡Atrápenlo!- ordenó, pero su compatriota ya estaba en el bosque, y tras él unos cuantos perseguidores.
Thor y Freya explicaron después los motivos de su ausencia. Freya escuchó a Loki disfrazado de ninfa hablando de Eco, y comprendió que solo quería hacerle daño, por lo que le comunicó a Thor sus sospechas. Habían buscado a Eco por todos los lugares posibles, y habían tardado más de la cuenta porque Eco era humana y no podían rastrarla como ninfa, sumado al hecho de que ninguno de sus amigos les querían decir donde vivía ni cual era su nombre humano, porque creían que le querían hacer daño. Al fin la encontraron cuando estaba infiltrada entre las estatuas, inmovilizada por un hechizo de Loki para que no pidiera auxilio, y también les costó convencerla de que querían salvarle la vida. Al fin ella les había hecho caso a regañadientes, y ahora no paraba de agradecerles y pedirles disculpas. Sitaucasude y Nadiade se dieron cuenta entonces de quien les había dado la idea de infiltrar a Eco había sido Loki. Pero con eso no terminaron las sorpresas esa noche para ninguno.

La adaptación de tiempos que había provocado Circe transportó a Hasta-Nera y Si’güí a ese mismo momento. En medio de la derrota y la huida, se encontraron con el dios Llústar.
-¡Llústar!- gritaron coléricamente al verlo.
-¡Hasta-Nera! ¡Si’güí!- exclamó Loki, y huyó despavorido.
Así, él resultó ser Llüstar, el dañino dios que había provocado la decadencia de sus compatriotas y que escapó cuando se dio cuenta de que no podía remediar el desastre que había hecho. Él era de los que no sabía el Secreto.
-¡Maldito seas, Llústar!- gritó Si´güí, y se preparó para perseguirlo, pero Hasta-Nera supo que no valía la pena y la tironeó hasta las ruinas de Aislsost Nai, donde se dieron cuenta de que su hogar se había derrumbado, y de donde nunca más volvieron a salir.

En tanto, pasaban otras cosas en la fiesta. El concurso de tiro al blanco había quedado suspendido por la desorganización y los comentarios que siguieron. Gran parte opinaba que Eris y Loki eran tal para cual, porque si faltaba Eris estaba Loki, a lo que otros decían que no era tan así porque lo de Eris era la discordia y era su trabajo, en tanto que Loki era una inmundicia y lo hacía porque le gustaba. Las ninfas rodeaban a Patricia y le pedían disculpas por haberle insistido tanto para que fuera, siendo de esta forma que casi la habían matado. Odín reconocía que no tendría que llevar a Loki, pero era porque creía que se había enmendado. Skadi dejó a un lado su enojo y preguntó como había pasado todo, porque ella no estaba. Al escuchar todo, dio un golpe de escarcha y dijo que ya iba a ver cuando lo agarrase. “¡Tarambana montavikingos!”, resopló más enojada, y se fue convertida en tormenta polar. A todo esto, los Indeseables se habían recuperado del susto y estaban empezando a reírse de nuevo y estaban sacando conclusiones apresuradas sobre la fiesta, demasiado cerca de los oídos de Palas Atenea, que estaba de nuevo discutiendo con Isis.
- Creo que no vamos a parar de reírnos hasta dentro de unos años- decía la diosa Kali, al lado de Heraclion y los Ocho Inmortales.- ¡Ya sabíamos que esto no les podía salir bien! ¡Mira tu antigua dueña, Griego! ¡No sabe ni organizar una fiesta!
- Ajá… ajá- decía Heraclion, aún molesto por la humillación que había sufrido antes de que lo encontrase Atenea.
- Eso le pasa por la falta de sexo- acotó uno.- Cómo a su ex amiga Isis, que desde que se peleó con Marduk no ha visto un pepino.
Isis escuchó eso e iba a vengarse, pero Atenea la atajó. Isis le preguntó “¿ah, porque dicen eso de mí?” y Atenea le respondió “te dije que tengo una baraja bajo la manga. La voy a soltar en cuanto digan lo peor, y no falta mucho para eso”.
-¿La próxima fiesta la armamos nosotros? Vamos a hacer concursos de ambrosía como el malo de acá pero vamos a arreglar todo para ganar nosotros, y nadie nos va a poder decir nada porque vamos a ser los dueños de casa.- Atenea saltó “¡eso es!”.
-¿Te parece que eso es lo peor?- preguntó Isis.
- No, pero es justo lo que precisaba escuchar- le dijo Atenea, y se fue sin explicarle lo que hubiera sido lo peor.
- Les quería decir unas cosas- se les plantó la diosa griega a los Indeseables. La egipcia la miraba desde un escondite, intrigada.
-¿Qué es lo que quiere la gran diosa griega?- se burló Heraclion, para quedar bien con sus compañeros.
- Heraclion, no tenes nada que hacer con esos ocho descarnados de mala muerte- largó, disfrutando cada palabra. Muchos Indeseables abrieron la boca para protestar, pero vieron que los Inmortales chinos no estaban muy tranquilos.- Sí. Lo que dije. Descarnados- agregó.
-¿Por qué decís eso, griega de mierda?- ladró uno de ellos.
- Porque, que yo sepa, Heraclion es el único inmortal verdadero entre estos nueve.
-¡No!- gritaron los ocho chinos a la vez, asustados, y sus cuerpos descompuestos cayeron al suelo, quedando solo ocho figuras transparentes al lado de Heraclion, salpicado por la podredumbre.
-¿Quién es el fracasado ahora? No se molesten en sacar las armas. Están en mi salón y no me pueden decir nada. Heraclion, salí de al lado de esos cadáveres. ¡Los famosos Ocho Inmortales son simples espíritus que cambian de cuerpo cada vez que se les gasta!- exclamó a vivas voces. Algunos dioses se acercaron, interesados en la paliza que les estaba dando a los Indeseables. Los espíritus gritaban y se mostraban enojados, pero no se animaban a más porque estaban avergonzados.
- Y para ustedes también hay, no se hagan los distraídos- prosiguió la diosa, señalando a algunos.- ¿Tener diez o veinte fieles es tener toda una comunidad religiosa? Y muchos de ellos tienen más de ochenta años así que en poco tiempo… chau religión. Se nos van a tener que unir.
-¡Qué tonterías que uno escucha!- dijo un Indeseable importante, mirando alrededor para que todos se rieran de Atenea, pero en cambio encontró a no pocos haciéndose los distraídos o los sordos.- ¿Qué? ¿No van a decir que…?
- Es más- siguió Atenea, gozándola como nunca.- Chun Chin Liu Tan, hace dos meses murió tu último sacerdote, no sé si alguien te avisó. ¡Ay, no, como te van a avisar si ya nadie cree en vos, pobrecito!- Chun Chin Liu Tan estaba con los ojos desorbitados, porque creía que a esos datos solo los sabía él.
-¡Y tampoco nadie cree más en estos otros señores…!- intentó hacerse oír Atenea, pero ya no era necesario meter más púa porque en el grupo de los Indeseables se estaban armando discusiones de alto calibre sobre la cantidad de creyentes o la falsedad de los dioses. Atenea se quedó mirándolos en silencio disfrutando del espectáculo, se dio media vuelta, y se fue. Isis fue a hablar con ella, totalmente sorprendida:
-¡Atenea! ¿Desde cuándo sabes eso?
- Siempre me he mantenido informada sobre estas personas, los tengo controlados. Como verás, sirve de algo ser imperialista.
-¿Por qué no lo dijiste antes?
- Les quería dar una sorpresa a todos. No me dirás que no fui bastante original.
- Perdón por habernos reído.
-¿Crees que la podes arreglar tan fácil? Te he visto tomando nota de todo lo que hablamos los griegos para criticar después. ¡Otra que aquellos!
-¡Palas Atenea! ¡Palas Atenea!- Heraclion los alcanzó.
-¿Ves? Otro pesado. Dice mi nombre como si fuera una marca de palas. ¿Qué queres, Heraclión?
-¡Perdón, perdón, yo no sabía de eso! ¡Me dejé mandonear por espíritus sin cuerpo fijo por creerlos iguales a mí!
-¿No me digas? ¿Así que yo tenía razón? ¿Ves que yo te conozco? ¡Y ahora me dejan en paz los dos que tengo que esperar las felicitaciones por lo que hice! ¿Isis, no queres un esclavo?- preguntó entre el enojo y la alegría, y de nuevo se metió en el salón.

Había una tropilla de seres persiguiendo a Loki, pero ninguno alcanzó a ver a Hasta-Nera y Si’güí zambulléndose en el lago por última vez.
Loki iba corriendo a toda la velocidad que sus piernas le permitían llevándose por delante cualquier cosa que se le cruzase, y de esta forma le sacó bastante ventaja a sus perseguidores, pero de pronto se encontró corriendo entre ellos; debió salirse y estar de nuevo con la jauría de Artemis mordiéndole los talones. No solo estaba ella tras él, sino que un montón más de dioses se había sumado a la cacería. A la cabeza estaba Buhemotr corriendo como una liebre, y sobre todos había un remolino de nubes y nieve candente removidos por un furioso viento polar. Sí, definitivamente era Skadi cuando estaba enojada. ¡Traidora!, pensó Loki, antes eras como yo y ahora te haces la buena, ¡buena mierda! Cuando salga de esto y las cosas se arreglen un poco, vas a ver, amenazó mentalmente, confiando en que Skadi lo oyese.
-¡Somos un poder en nosotros mismos!- le pareció escuchar, y salió rebotando contra una telaraña localizada en la entrada de donde cuidaban los dragones de los dioses visitantes. Una sirena pasaba tranquilamente en el río, y eso inspiró a Loki para generar otra maldad aún en el medio de la persecución. Se desprendió de la telaraña, llevó un dragón a la costa del lago y le hundió la espada en el cuello, tratando de que toda la sangre tocara el agua. Todas las sirenas y demás seres marinos salieron arrastrándose por todas las orillas del lago presas de crueles quemaduras por ser muy sensibles a la sangre de dragón. Poseidón y su mujer vieron esto y se sumaron a la persecución, porque se dieron cuenta enseguida de quien había hecho eso.
Los elementales le hicieron las mil y una a Loki, aunque muchos de ellos pagaron con la vida semejante audacia. Las raíces salían de la tierra y se les enredaban en los pies y él quemaba los árboles sin mirar. Se desataban vendavales que querían arrastrarlo pero los esquivaba con la pericia propia de un dios. Se armaron relámpagos y rayos que salían de los árboles. Se armaron terremotos, se produjeron arenas movedizas. Todo esto era causado por la furia de los elementales burlados por él. Loki no lo sabía, es más, le pareció que lo estaban ayudando a escapar y pidió a los gritos que no lo castigaran tanto. Una voz potente dijo “¡ahí está el enemigo que hay que detener!”. Le siguió un torrente de risas y se redoblaron los fenómenos naturales. Loki comprendió que le había salido el tiro por la culata y redobló el paso. Sus perseguidores lo habían perdido de vista, pero Buhemotr, como todos los faunos, tenía la capacidad de localizar dioses.
Loki ganó más terreno al saltar un hondo precipicio, pero se las tuvo que ver con una tropilla de unicornios que lo dejaron todo lastimado. Sacó su espada y les cortó la cabeza a todos de un solo golpe y rebote, pero en la última muerte un viento huracanado lo hizo rodar en una pendiente y cayó justo en la orilla del río, a cien metros de sus perseguidores. Era el fin de la cacería.
-¡Aquí! ¡Venga aquí! ¡No lo alcanzarán!- escuchó. Vio a Rocío de Luna con los brazos extendidos hacia él.- ¡No podrán atraparlo!- La mujer estaba desnuda, recubierta por una leve membrana verde. Que importa, se dijo, y con las últimas fuerzas se puso al lado suyo. Rocío lo abrazó. “Textura escamosa”, pensó, y le dijo:
- Gracias, Rocío.
- No me llamo Rocío- dijo ella, con una voz realmente sibilante y se levantó en el aire enroscada en Loki.- ¡Soy Artgard, la lengua parlante de Jormungard!
Los perseguidores de Loki se detuvieron estupefactos antes de llegar a la orilla. Había una alargada mancha negra bajo agua que salía a la superficie y se convertía en una inmensa serpiente que se levantaba por lo menos trescientos metros. Su aspecto no había cambiado en lo más mínimo, aunque Loki vio que tenía una amplia herida no cicatrizada en el lugar donde le había dado el golpe.
- Insensato- le susurró la lengua-, ¿creíste que me pegabas con el martillo principal?
Poco pudieron hacer los que miraban sorprendidos por eso. Jormungard se tragó a Loki y luego se zambulló pesadamente, causando un pequeño maremoto que barrió las dos orillas y levantó en el aire a dioses, árboles, faunos, animales, tritones, y sirenas. Los dioses quisieron escapar de la gran ola que se les venía encima, pero dioses y todo, no lo lograron. Buhemotr se quedó extasiado mirando todo ese montón de agua tan alto y solo el oportuno manotón de un centauro lo salvó de morir ahogado.

-¡Se lo comió! ¡Se lo comió!- repetía Artemis mientras emprendían el regreso a la fiesta.
- Sí, ¿y qué?- le decía Ares, que también había ido a la cacería.
-¡Qué lo mató! ¡Lo mató! ¿No entienden?
-¡No lo mató!- exclamó Thor.- ¡Las ganas de Skadi! Ahora me explico el asunto de que lo encontré con uno de mis martillos. Me dijo que se quería matar pero ahora veo que era para dar lástima, para que yo no sospeche.
-¡Uff! Esta fiesta ha resultado más entretenida de lo que creíamos que iba a ser. Empezamos mal con el concurso de los relatos que al fin se volvió de adivinanzas. ¡Y lo de las arpías…!
- La de cosas que estarán diciendo los Indeseables.
- A esos alguien les tiene que parar el carro- consideró Hades.- No puede ser que cada vez que nos juntemos tengan que aparecer para criticar o reírse. ¿Por qué mejor no se dedican a sus fieles y se dejan de joder? ¡Eso! ¡Les voy a decir eso!
- Te van a retrucar con algo peor. ¡Ya los conoces…!
-¿Alguien conoce un camino más corto?- preguntó el dios Irinduguay a los gritos.- No pienso dar un paso más. Odio este bosque.
- Gracias. Lo hice yo- le dijo Ceres.
-¡Con más razón!- dijo Irinduguay muy serio, pero se rió.-¡Chiste, no es por vos? Por lo general odio los bosques. Lo mío es el desierto, la arena. Has fabricado este bosque tan bien que lo detesto completamente. ¡Quiero salir de acá!
- Por acá, no te angusties- le dijo la diosa, e hizo que unos árboles se moviesen. Ahí nomás estaba la fiesta, con todos los dioses contemplando una discusión que estaban teniendo… ¡los Indeseables! ¡De que nos habremos perdido!, pensó más de uno y no se equivocaba. Sin embargo, todos les prestaron atención de pronto y empezaron a reírse porque se veían como un pequeño ejército humano embarrado, fatigado, por no hablar de las diosas que iban exhaustas en el carro de Artemis, al lado de sus perros jadeantes. “¡Salí, lambedor!”, le sacudió Skadi a un perro especialmente cariñoso. Freya iba a caballo del lobo Fenris y se caía de cansancio. Los centauros vienen con el caballo cansado, bromeó Gisella, pero no se animó a hacerles ninguna nota. Poseidón y su esposa eran los cansados más románticos, porque volvían por el río navegando en una nave hecha con el caparazón de un gran argonauta. Buhemotr parecía haberse pegado un baño por lavarropas, y ahora roncaba a pata suelta sobre el hombro de Quirón, a quien no le gustaba para nada llevarlo. Todo el grupo estaba pasado por agua, parecía un bosque después de un diluvio. No se ofendieron para nada con las risas, y hasta respondieron con algunas risas cansadas. Los Indeseables también los miraron pero no se burlaron. Antes que nada, Hades los encaró y les soltó la pregunta “¿por qué no se dejan de molestar acá y se ocupan de sus fieles?” Todos los dioses presentes se empezaron a reír, y los recién llegados no entendían por que, a lo que no sabían que era justamente eso lo que los tenía mal a los Indeseables. Estos, al recibir este golpe de gracia, perdieron toda compostura y se marcharon a la carrera (uno descubriría muerto al dragón donde había venido, justo el que había matado Loki). Aniyo, sin embargo, se detuvo frente a Artemis y le dijo “ustedes saben donde pegar. Nos han quitado nuestro honor. Diganle a Apolo que lo perdono”, y se fue antes de que Artemis pudiera explicarle que Apolo no había planeado que los espiasen.

Hestia estaba muy ocupada en ese momento. Solo era la diosa del hogar, pero tuvo que ser también la de la medicina curando las quemaduras que la sangre del dragón les había provocado a los seres marinos. A la fiesta no había ido ningún dios de la medicina porque todos esos dijeron que no se prestaban para esas fantochadas. Isis estaba ayudando junto a Hera y Zeus, aunque este último lo más que hacía era estar sentado en una silla.
-¡Pero por algo les tiene que haber pasado!- le estaba dele decir Hera a una sirena.- ¿Fue así porque sí?
-¡Así porque sí, cuantas veces se lo tengo que repetir, señora! ¡Ay!- se quejó cuando le apoyó un trapo con alcohol.- Estaba ahí charlando con las chicas, y de repente el agua empezó a arder, a quemar como si se hubiera prendido fuego. ¡A gatas pudimos salir pero nos quemamos todas! Por favor, vaya a atender a una chica de por allá que tiene la cola como carbón y está aullando como una perra.
- La está atendiendo mi marido… ¡Zeus! ¡Te estoy mirando! Que sea la última vez o me pongo a atender a los sátiros para que me atiendan.
-¡Pero si la estaba curando!- se defendió Zeus, sacando la mano del escote (carbonizado) de una sirena.
- Este guacho… Precisaríamos más enfermeros, pero esos guachos cómodos de afuera no quieren trabajar.
-¡Uff! ¿Qué pasó acá?- preguntó Artemis, tambaleándose.
-¿Qué pasó con Loki?- fue la pregunta general.
- Con suerte, en dos o tres años va a aparecer en el retrete de Jormungard. No me pregunten más porque estoy muerta de cansancio por la carrera que nos hizo pegar… Encima mató a un dragón y lo hizo sangrar en el río, no se imaginan lo rojo que se puso.
-¡Ah, entonces fue eso lo que pasó!- gritó una nereida, retorciéndose.- ¡Había sentido que esa sangre era brava pero no sabía que era para tanto!
-¿Freya no conoce medicina contra dragones?- preguntó Hestia.- ¡No, mejor traigan a Idunn, que sus manzanas tienen propiedades curativas!

- Sí, me hice cristiana- les contaba Patricia (o Eco) al círculo de ninfas semidesnudas que se había formado en torno suyo.- El Otro, como ustedes le dicen, me devolvió la vida. A ninguno de esos guampudos- y señaló a los dioses- se le ocurrió devolverme la vida. En cambio el Señor –algunas ninfas saltaron- perdonó mi antigua vida licenciosa y me dio una nueva. ¿De que otra forma le podía pagar, si no era con mi alma? Porque también me dio alma, no sé si les había dicho.
-¿En serio?- preguntaron todas, admiradas.- ¿Cómo es?
- No siento nada distinto pero sé que cuando me muera no se va a terminar el asunto. ¿No es lindo?
-¿Por qué le habrás interesado?- le preguntó una ninfa.- Todos ya te daban por perdida. A nadie se le habría ocurrido revivirte, a no ser que le sirvieras para algo.
- Tuvo compasión de mí y quiso darme otra oportunidad. A ninguno se aquellos se les ocurrió algo así, ¿no les parece?
-¡Sí, sí, completamente!
- Eco, Eco, una pequeña pregunta- exigió Oiram.- ¿Cómo hago para enamorar a una mujer? Ya sos una, debes saberlo.
-¡Ay, fauno, si fuera tan fácil de responder! Para empezar, ustedes son unos degenerados que se la pasan con la libido al tope y es difícil que piensen en el amor, como no sea en el físico.
-¡Pero hay alguien que me gusta mucho!- se quejó el fauno.- El sexo no entra en esto. Bueno, quizás un poco… ¡pero la veo y siento algo por dentro que no puedo explicar!
-¡Cursi! ¡Cursi!- le gritaron otros faunos, pero Afrodita los hizo callar porque le interesaba ese caso.
-¿De una sola vez?- preguntó Patricia.- ¿Amor a primera vista? Para mí que no existe. Atracción unilateral en todo caso, pero no amor. Atracción bilateral, con mucha suerte.
- Entonces es unilateral lo mío con ella.
Gisella escuchaba con atención, bien escondida, y le parecía raro que un ser mítico hablase así de ella.
-¡Obvio! No quiero ofenderte pero a ella no le interesaría algo con alguien de otra especie. ¡Quién sabe! Ya tendrá novio.
-¡No tiene, no tiene!- exclamó Oiram, radiante.- Le pregunté y me dijo que se había peleado hace poco. ¡Está libre!
- Eso no significa que le interese formar pareja de nuevo tan rápido- rebatió la ex ninfa.- Sí quería al otro, me imagino que va a estar dolida algún tiempo.
-¡Me dio el telefóno!- argumentó el fauno dando pequeños saltos, y se cayó.
- Torpe. ¿Te lo dio ella voluntariamente?
- Se lo pedí- resopló el fauno, desde el suelo, contrariado.
- Perdón, parece que quiero tirarte todo en contra, pero en ese caso, eso no significa nada.
- Supongo- dijo el fauno.- Me dio el teléfono, pero puede haber sido nomás para hacerme una nota.
- Lo más probable- aseguró Patricia, y le hizo una pregunta.- ¿Sabes usar celular?
- Sí- respondió Oriam con una sonrisa, y añadió.- Me enseñó ella.
Gisella se rió. Esa mentira le había encantado.

-¿Por qué se enojó Skadi cuando Loki le dijo que tuviera cuidado con los centauros?- preguntó Situr.
-¡Qué no te escuche!- le chistó Freya.- Fue por la primera vez que fuimos a visitar a los centauros. Loki les dijo que ella era fría en apariencia pero muy caliente con cualquiera que se lo propusiera. Skadi tuvo que esconderse porque todos los centauros se le querían tirar encima. La mala fama le duró hasta hace un tiempo, pero Loki ha tratado a cada rato de arruinarle la imagen. No sé porque le tiene tanta idea.
-¿No será porque Skadi le dijo que era adoptado?
-¿Skadi dijo eso?
- Sí. Dijo “nórdico falsificado”. Tal cosa “falsificado” se les dice a los adoptados.
- Me parece una expresión humana y nueva, que queres que te diga.
- Puede ser- convino Situr.
Los músicos fantasmas empezaron a tocar cualquier música para indicar que había llegado la hora del banquete de ambrosía, y con ella los últimos tramos de la fiesta. Isis y Atenea se pusieron a hablar a solas en el bosque que Situr había descubierto persiguiendo a Loki.

martes, 14 de agosto de 2012

Capítulo VII: Se disuelve la reunión (segunda parte)


Los indeseables presenciaron la paliza que la Pachamama le propinó a Eloik y coincidieron en no hacerla enojar y tenerle más respeto que antes, y en que había más motivos para burlarse de su derrota y ser “esconde-dioses”, y de Atenea e Isis, porque habían presenciado la pelea.
-¡Al fin, esta fiesta de los fracasados ha sido bastante productiva! La gracia de este tipo de reuniones no es lo que hay preparado sino los errores e imprevistos.
-¡Bien dicho! Realmente, no saben hacer otra cosa que errores. No me extraña que hayan sido destronados.
- Tal vez el “otro”, como le dicen, se cansó de mantenerlos o algo por el estilo. ¿Por qué tardó tanto en expulsarlos?
- No le servirían más.
-¿Debe ser por eso? Por lo que he escuchado, no precisa de nadie para hacer su voluntad.
-¡Tonteras! Todo dios precisa ayuda, no importa que importante sea.
- Dicen que siempre ha existido, aún desde antes del comienzo del mundo.
-¡Y seguimos con eso! Si es tan poderoso, ¿por qué nunca se nos ha aparecido? ¿Por qué no nos ha destronado como a esos? La respuesta es que con esos debiluchos pudo pero con nosotros no porque somos más fuertes que él.
Quien dijo esto de pronto empezó a balbucear sin articular palabra, con ojos iluminados por el más puro asombro terrorífico. Los otros lo tocaron y notaron que estaba frío como el hielo, y empezaban a alarmarse hasta que volvió en sí con la boca temblorosa. Ante las repetidas preguntas, se dedicó a criticar fervientemente a los que no tenían fieles. Al poco rato se quebró y confesó que el Otro se le había aparecido, no enojado pero casi, y le había dicho que Él era el Fin y el Principio, el Alfa y el Omega, y que no había que hablar de Él tan a la ligera. Después se retiró para pensar un poco, y los otros siguieron hablando sin preocuparse demasiado por lo que le había pasado.

Ceres aún estaba temblando por el ataque de los dioses “atlantes”, por eso no se preocupó mucho por una pregunta de Situr.
-¿Ceres, estás bien?
- Sí.
-¿Te puedo preguntar algo sobre ese asunto de los romanos?
- Sí- se resignó la diosa.
-¿Por qué todavía te haces llamar Ceres como en Roma, si tu nombre real es Demeter?
Ceres se rió y se olvidó de su temblor.
-¡Es por estos argentinos! ¡Maldito sea el idioma español! Cuando llegué acá me hacía llamar así, pero los degenerados empezaron a burlarse.
-¿Por qué?
- Decían que yo era fácil “de-meter”. Me sentí como cuando hacen chistes verdes con nombres japoneses.
-¡Qué desgraciados! ¿Cómo entiendo ese juego de palabras si yo no entiendo español?
- Todavía sos dios, Situr. Tenes el don de entender todos los idiomas sin que te resulte extraño. Disfrutalo, que mañana o pasado volverás a ser humano… y viejo.
-¡Sos bruja!- se rió Situr.- ¿Por qué no se te ocurrió otro nombre?
- Me hice esa pregunta un montón de veces. Por haberme puesto el nombre de cuando me hacía la romana (me arrepiento sinceramente de eso) todos me trataron de rebelde, contestataria, porque todos estaban escandalizados por ese asunto y no podían entenderme. ¡Y yo a la que no entiendo es a la gente! En Grecia hicieron todo el escándalo, y en Roma, donde estaban los engañados, nadie dio mayor opinión sobre el asunto. ¡Son estúpidos!
-¿Qué pasa con Isis y Atenea? Están enojadas…
- Ni idea. Sé que pelearon pero no porque, ninguna quiso decir nada, y eso que he tratado de averiguar…
Quien estaba preocupado era Loki. Por un rato las ideas malignas se le habían ido de la cabeza y ahora estaba ocupado con la dama del lago. Algo en ella lo intrigaba, porque era de una belleza exótica y corriente a la vez, que lo intrigaba a la vez que lo repelía. Era sinuosa como una serpiente y común como una vendedora de ropa de pueblo chico. Su mente estaba desviada a lo que le haría si la encontraba fuera del agua y sin ropa.
-¿Queres un jarrón, Skadi?- preguntó Odín.
-¿Ahora me tenes en cuenta?- preguntó la diosa, malhumorada de pronto.
- Es Heimdall. Lo volví jarrón por haber desempolvado lo del ojo.
-¿Qué gracia tiene que me regales un pariente?
-¡Eh, hija! ¿Qué te pasa?
- Nada, como siempre- dijo Skadi, enojada, y se fue.
-¿Qué le pasa?- le preguntó un fauno a un dios.
- Ella ha sido siempre la inconformista de la familia. Buena chica, pero inconformista y rebelde.
-¿Eso no es malo?
- Sí, porque la mitad del tiempo no se lleva bien con nadie.
- He sentido que en realidad nadie le hace caso en nada, y eso la pone mal. Hubo un tiempo en que fue fabuladora y engañera, y se corrigió, pero a los otros le ha quedado mala imagen- dijo la diosa Fiura, tambaleándose por la resaca del vino griego.- ¿En serio habrá convertido a Heimdall en un jarrón?
- Hola, Fiura- la saludó Odín.- ¿Un jarrón?
- Me pareció más lindo lo de viajar por el mundo adquiriendo sabiduría que cambiar el ojo por ella- observó la diosa y se fue, rechazando el adorno. Odín lo pensó un poco, se rió, y tiró el jarrón al suelo. Los pedazos se pusieron en forma de armadura, y de ahí salió Heimdall, también mareado por el vino. “¡Y más vale que no cuentes que Thor tiene más de un martillo!”, le susurró, preguntándose donde estarían Thor y Freya.

La Madre-Tierra-Agua Eloik regresó derrotada a las ruinas de Aislsost Nai. Los cuatro dioses que habían quedado la esperaban impacientes, y se quedaron sorprendidos al verla regresar sola.
-¿Qué pasó, Madre-Tierra-Agua? ¿Dónde están Hasta-Nera y Si’güí?
- Ya vendrán. No pudimos recuperar a los sobrevivientes.
-¿Se quedarán con los terrestres?- se espantaron los otros.
- Sí.- La diosa tomó aliento mientras se humedecían sus últimos granos de barro.- Esta será la última vez que vamos arriba. No tenemos nada que hacer allá- resopló, y se hundió en el fango para siempre. Lo último que quedaba de la soberbia arquitectura de Aislsost Nai cedió y se desmoronó, dejando a sus dioses en la inmensa soledad del lecho marino, excepto el templo de estilo maya que estaba levantándose lentamente hacia la superficie.

La ninfa seguía su curso normal, pero Nadiade estaba que caminaba por las paredes porque se demoraba el concurso de tiro al blanco. Era la única posibilidad de que apareciese Eco (o Patricia Equiróz, para los hombres) para ver que cara ponían los dioses.
Mientras esperaban el concurso, varias personas se dedicaron a explorar el bosque. Los Indeseables se dividieron en grupos de dos para buscar posibles errores y publicarlos a viva voz, aunque el error lo cometieron ellos porque se perdieron al poco andar entre las pirámides de Isis, la mina de oro de Freya y la gran estatua de Palas Atenea, perdida en la Grecia antigua. A decir verdad, quien la había “perdido” era la propia Palas, quien había reemplazado el oro que recubría la estatua por un material idéntico pero más liviano, causando acusaciones de robo entre los hombres de esa época, y después había robado la estatua completa porque se le había antojado. Los hombres no hallaron lógica en que una diosa robase su propia estatua, por lo que se desencadenó una sangrienta búsqueda ahora olvidada por la historia.
- Espero que los periodistas no lo digan, sino, chico el juicio- pensaba Atenea al pie de su escultura.
- Tenes razón. Éramos populistas.
Atenea se sobresaltó. Quien había hablado era Isis, que estaba a su lado mirando la estatua.
- Era la única forma de mantener unido a ese pueblo haragán. Salieron adelante porque nosotros los ayudamos, les dimos líderes que regalaban cosas para asegurarse su lealtad y su obediencia.
- Al fin lo reconocen.
- A ustedes ahora les toca aceptar que eran imperialistas, engañeros, y ladrones- serruchó Isis.
-¡No somos ladrones!- dijo Atenea.
-¿No? ¿Esta estatua de donde salió? ¿Y los restos del Kraken, que estaban bien guardados en un museo? ¿Y el cajón donde estaban los restos de Osiris?
- Esos no fuimos nosotros- replicó Atenea, enojada de nuevo.- ¿Por qué no le preguntas a tus momias? Buena fama tienen. Después la gente le echa la culpa a los ladrones de tumbas.
- Vine acá a pedir disculpas, no a pelear.
-¡Menos mal!- ironizó Atenea.
-¡No te hagas la ofendida si todos los dioses se rieron de eso! Los de la India
-¡Los de la India! ¡Qué novedad! ¿Cuándo no se ríen de nosotros? Los otros puede ser que también se hayan reído pero ninguno cometió la falsedad de mandarnos cartas apoyándonos.
-¡Te dije que a las cartas las escribieron Horus y Ptha! Ellos no fueron falsos. Se preocuparon realmente a pesar de que todos los demás nos burlábamos.
- Menos mal que viniste a disculparte. Callate porque cada vez la embarras más.
- La diplomacia nunca fue mi fuerte.
- Entonces… ¿para qué viniste a visitarme? ¿Para reírte de que trabajo de incógnito en un supermercado?
- Tenía curiosidad por ver como estabas.
- Estaba bien, y mejor sin vos.
-¿Mejor sin mí? Cuando te avisé por el portero eléctrico que era yo casi no te daban las piernas para venir a recibirme. ¿Era de chupamedias?
-¡No de chupamedias!- se escandalizó Atenea.- Creía que después de un tiempo sin verte, habrías cambiado tu forma de ser, que podía valer la pena empezar de nuevo como amigas, ¡pero no! Empezaste a tratarme de estúpida, de tarada, y aunque digas que era un chiste, con lo que me dijiste hoy puedo ver que lo decías en serio.
-¿Quién empezó con las cosas hechas sin consultar? A mí se me había ocurrido un lugar especial para hacer la fiesta, pero vos saltaste con esto y no me dejaste decir mi idea.
-¿Dónde iba a ser? Ah, no me digas nada. ¡En Egipto, alrededor de la Esfinge, que ibas a hacer arreglar especialmente!
- No. Debajo de la tierra o en el fondo del océano, así no venían los hombres a molestar.
- Ah.- Atenea abrió la boca totalmente sorprendida. Era lo último que imaginaba que Isis haría. No era mala ubicación. Es más, le parecía la mejor de las ideas.- ¿Por qué no lo dijiste antes?
-¡Ay, ya estás haciéndote de nuevo la democrática! ¡Ni me dejaste hablar!- se quejó Isis, y se fue antes de que Atenea pudiera replicar algo.

El grupo de los Indeseables se reunió dificultosamente después de su paseo por el bosque, e informó a los gritos de todas las cosas mal que había encontrado, pero en realidad, todo era mentira. Todo lo contrario; por dentro muchos pensaban que jamás habían visto árboles tan grandes o unas cascadas más impresionantes. Quien no emitió opinión alguna fue Aniyo, aún dolida por el supuesto engaño de Apolo.
La nierena había tenido bastante aceptación. Los dedos de luz (hadas parecidas a niñas de cuatro o cinco años) se entretenían haciendo pelotas de ese material y las arrojaban al aire para que pegaran donde pegaran. Además le habían escondido el bolso a Circe, quien no supo lo de Escila hasta que la vio curada de su perruna brujería. Primero no la conoció (estaba desnuda haciéndose pasar por ninfa) hasta que le vio la cara y recordó cómo había sido la historia. En el pasado ella estaba enamorada de un pastor llamado Glauco, pero Escila también lo estaba, así que para eliminar competencia le había embrujado el agua donde se bañaba y le había hecho nacer los perros en la ingle. Advirtió que no era una ninfa parecida porque le robó la ropa a una diosa que se estaba bañando con las sirenas.
-¡Escila!- gritó.- ¿Qué te pasó? ¡Voy a matarte así no te zafas más de mi magia!- Escila la escuchó pero se hizo la sorda. Circe salió corriendo para golpearla con una hiedra venenosa que había sacado de su bolso (que había encontrado), pero Gisella, la primera periodista que habían dejado entrar, sabía de esta historia, y le caía pésimo lo que había hecho Circe. Para vengar a Escila, cruzó distraídamente la pierna en mitad del paso y la hizo caer con violencia, y después se hizo la preocupada. Con un brazo la ayudó a levantarse, y con el otro le indicó a Escila que se escondiera. La otra le sonrió y le hizo caso.
-¡Por qué no se fija donde pone las patas, perra inmunda!- le sacudió Circe, furiosa, y se dispuso a hechizarla, pero el camarógrafo la enfocó y Gisella empezó a hablar con tono sensacionalista “nos agraden, acá Sergio esta tomando en vivo que una señora mal vestida nos amenaza con hechizarnos, esto le hace mal a la imagen de los dioses, hay que hacer algo con esta gente…” La maga sintió pánico al sentirse observada por quien sabía cuantos miles o millones de personas y huyó a la carrera, olvidándose el bolso. La periodista se rió, y el camarógrafo también, mientras comentaba “esta gente mítica se cree cada cosa”.
- Bien hecho- la felicitó un fauno llamado Oiram.- Siempre nos tenía volando con los poderes.
- No estábamos transmitiendo.
- No importa, ella creía que sí. Perdón si te parece muy apresurado para la primera vez que nos vemos, ¿pero podrías darme tu número de celular?
-¿Mi número de celular?- se rió Gisella, insegura.- ¿Tenés celular? Yo pensé que no usaban.
- Hoy me lo vendió un dios y me enseñó a usarlo. ¿Cuál es tu número?- le preguntó con su voz inocente y lujuriosa. Un golpe le cortó el romance. Los dedos de luz le habían embocado un pelotazo de nierena.
Loki se dedicó a pasear por la orilla del lago, y se sorprendió al ver que el témpano de Freya se había derretido. No fui yo, pensó. Las sirenas (sobre todo a las que la diosa había cegado) entonaban cánticos burlones y degradantes sobre su moral que relacionaban su temperatura corporal con el derretimiento de su “casa”. Era raro que no se había aparecido para protestar o reprender a alguien, cosa que a las sirenas les había despertado la creatividad. Lógico, pensó el rubio dios. Cuando el gato no está, los ratones se aprovechan… sexualmente de la gata.
- Así que ese es un dios- dijo la voz que estaba obsesionándolo. Miró, y lejos de la orilla estaba la mujer sobre el agua, esperándolo. Loki no quiso ser menos y caminó sobre el agua hasta situarse a pocos metros de ella, que lo esperaba con esa característica de serpiente que lo intrigaba.
- Soy Rocío de luna- se presentó ella.- Me han dicho que usted es un dios peligroso.- Se hundió en el agua y apareció junto a él.- Me gustan las cosas peligrosas porque me gusta demostrar que soy peor que ellas.- Esto último excitó a Loki, que le dijo:
- Soy mucho más inteligente de lo que parezco. Nadie puede saber más que yo sobre trampas y triquiñuelas, porque yo soy el famoso Gran Simulador- exigió.
-¿En serio?- dijo la mujer.- Me cuesta creer eso.
- Arruino ciudades enteras, pero la gente me sigue creyendo que soy la respuesta a todos sus problemas.
- Pero en realidad usted es todos sus problemas- dijo la mujer, con una extraña sonrisa.
-¡Exacto!- dijo Loki, radiante.
- Pero yo soy el mayor problema de todos.
-¿En serio?
- Y usted lo ha causado.- Rocío se acercó y besó a Loki.- Usted se lo ha causado. Más tarde siga el curso del río hasta dentro del bosque. Estaré esperándolo- anunció, y se hundió rápidamente, dejándole en la boca un dulce sabor a veneno.

Después del concurso de ambrosía, Hades había dado la idea de organizar un banquete con los productos participantes, y los habían desparramado en cientos de mesas. Circe estaba furiosa por la cura de Escila y planeó vengarse. Pasó rápidamente por todas las mesas e infestó todos los envases con cierta mezcla. Después, igualó el tiempo de los dioses con el de los hombres.

Los cinco ladrones le estaban tomando el gusto al trabajo de mozos, porque tenían que llevarle los encargues a diosas desnudas en situaciones lujuriosas. Lo único en contra era que ellas los miraban con asco por no ser dioses, pero no les importaba, porque si bien sería mejor estar desnudos con ellas, peor era nada, y aunque se notaba que estaban excitados, eso a nadie le importaba, porque muchos de los dioses hombres estaban igual, aún en medio de una conversación común.
- Estos hombres son muy estúpidos. ¡Miren que van a venir a asaltarnos,  a nosotros! Ni que fuésemos tan desprovistos como ellos.
- Tenes que entenderlos. Creen que estamos tan venidos abajo que nos pueden asaltar como a cualquiera de sus vecinos.
-¿Falta mucho para el concurso de tiro al blanco? Esta fiesta está más aburrida que no sé que.
-¿Te parece? Al menos ha sido más original que las otras. ¿qué habrá pasado, que no quisieron decir nada?
-¡Ah, eso! Me intrigaron bastante las voces y las cosas que se decían. Al final yo tenía razón con que a esos del escenario no los conocía nadie… ¡y vos decías que los habías visto en otro lado!
-¡Ay, con tanta gente que conocemos podría ser perfectamente posible! Muchos dioses se parecen.
- Perdón, pero yo nunca vi a ningún dios con agallas en los ojos y vestido con ese coral que solo se encontraba en los alrededores de la Atlántida.
-¿Coral de la Atlántida? ¿Y vos como sabes tanto de cómo estaban vestidos si los viste pocas veces?
- Con esos disfraces tan berretas que tenían, hubiera tenido que ser tonto para no poder ver que tenían abajo.

Finalmente llegó el momento que muchos esperaban, entre ellos Loki y Artemis, el primero por malas razones, y la segunda porque le apasionaba el tiro con arco, aunque lamentaba que no fuera con animales vivos. Le explicaron que estaban los periodistas y que si transmitían una cacería deportiva se les podía venir encima la sociedad protectora de animales. Artemis quiso insistir pero las organizadoras fueron inflexibles. “¿Qué?”, protestó. “¿Hay que hacerse los pulcros porque hay gente humana?”. “¡Sí!”, le dijeron Isis y Atenea por separado, porque ahora no se podían ni ver.
No vale la pena contar la decoración de la sala de tiro, ni la forma o variedad de estatuas para destrozar a flechazos, porque todo terminó apenas empezó. La primera en tirar fue Fen-Kali-ben, la divinidad que Helios había llevado en el carro solar. Loki esperaba ese momento con malvada satisfacción, bien escondido, eso sí. La diosa tomó el arco, le apuntó a una estatua parecida a la de una antigua ninfa y soltó la flecha. El mármol estalló, y con él pedazos de carne y chorros de sangre. Todos vieron como Patricia Equiroz (o Eco) caía exánime con el corazón reventado por la pequeña flecha de acero, y muchos se espantaron. Hasta los Indeseables se habían quedado boquiabiertos. Por algún lado se escuchó la malvada risa de Loki.